Es interesante como la tecnología ha cambiado en todas las esferas. Los cirujanos éramos originalmente “barberos” que no eran aceptados totalmente como “médicos”; y hace un poco más de 500 años, no existía mucha diferencia entre la magia y el arte de curar. Actualmente la tendencia de la mínima invasión, (quitar la vesícula biliar y el apéndice por la boca) son escenarios de una buena película de ciencia ficción, sin embargo cuando observamos a “Zeus” trabajar, una de las generaciones de robot quirúrgico en las que el cirujano está sentado detrás de una consola como buen jugador de “Nintendo” nos lleva a poner los pies en la tierra, y meditar sobre la revolución acelerada de la ciencia.
Curar es una palabra que nos encanta, curar está relacionado muchas veces con el acto egocéntrico de jugar a ser “dios”. El arte del dominio y de eliminar el mal, una sensación de super poder al estilo de las historietas de Marvel. Es parte de nuestro entrenamiento. Pero curar es difícil, la mayor parte de las enfermedades crónicas solamente pueden “mejorar” en el más óptimo escenario, algunas de ellas nunca sanaran y el desenlace inevitable vendrá. Los trasplantes, la bio ingenería, las vacunas, la clonación de tejidos; aparentan ser una nueva ruta para “sanar” los males de la humanidad. Es inevitable que el hombre no se embarque en este camino, siempre buscará inevitablemente evolucionar; es parte de nuestra naturaleza. Dominar las enfermedades es y será un arte, no siempre fácil. La inversión en la investigación tecnológica es abrumadora, sin hablar de la industria farmacéutica. No existen límites y desafortunadamente el precio monetario seguirá siendo un fenómeno que domine y trastorne la esencia misma del accionar al momento de curar.
Este arte de sanar siempre será un bien, no importa las invasiones y vejámenes que sufra a lo largo del tiempo; al final el buen sentido, el espíritu humanitario y de servicio prevalecerá. Esta lucha adquirirá más sentido cuando sea entendida como parte de un proceso necesario de cambio; ya que el desenlace final llámese “muerte” no es más que parte de un evolucionar que no puede ser entendido fuera de un punto de vista de conciencia más elevado, en el plano de lo espiritual. Hablar de tecnología-ciencia y “lo espiritual” carecía de sentido por lo riguroso del método científico, pero cada día adquiere más sintonía, se acercan más; un plano que tiene que ser investigado más a fondo. De nada servirá todo el accionar tecnológico si dejamos por fuera una de las partes esenciales del humano: SU ESPIRITU.
Ese es nuestro horizonte hacia allá caminamos, una Medicina moderna cada vez más humana, más espiritual, más tecnológica.
